Paisaje Protegido Rambla de Castro

Rambla de Castro

   Hay lugares en el Norte de Tenerife poco frecuentado por turistas,  incluso los propios habitantes de la isla no parecen conocer. Y dada la facilidad con la que se deterioran estos parajes, mejor que siga siendo así.

   Uno de estos lugares es la Rambla de Castro, un auténtico vergel en la costa norte de Tenerife, ya de por sí mucho más verde y feraz que la del sur. El paisaje protegido se encuentra íntegramente dentro del municipio de Los Realejos, que limita con el turístico Puerto de la Cruz.

La solitaria playa de Castro   La extensión de este espacio es de 45,9 hectáreas, y se extiende desde la costa de El Burgado, en los confines con el Puerto, hasta las cercanías de la playa de El Socorro, muy frecuentada en los meses veraniegos. Pero la Rambla de Castro propiamente dicha es el espacio que se encuentra a los pies del mirador de San Pedro.  A este mirador se llega desde Santa Cruz y desde el Puerto por la autopista del norte, que termina a Cultivos de plataneras desde el mirador de San Pedrola altura del casco urbano de Los Realejos y prosigue como carretera convencional. Poco después, a la altura del kilómetro 41 y tras atravesar el túnel que pasa bajo el barrio de San Vicente, se encuentra el desvío del mirador, donde se puede aparcar el coche.

   En este mirador hay un panel que explica las características naturales del lugar y su historia, un telescopio para contemplar el paisaje y también un bar restaurante. También es el sitio donde los jubilados de la zona gustan de matar el tiempo. A la izquierda se ve la costa del norte extendiéndose hacia Icod y Garachico, frente a nosotros los cultivos de plataneras con un drago solitario que emerge entre La ermita, el día de San Pedrolas mismas y una pequeña urbanización junto al acantilado, y a la derecha en primer plano  la Rambla de Castro. Si nos asomamos por el mirador vemos justo debajo una ermita, a la que se llega en un momento por un sendero que parte del propio mirador. Fue construida en el siglo XVIII, y naturalmente está dedicada a San Pedro; en su festividad (29 de junio) la adornan muy llamativamente con toda clase de frutas, verduras, panes y hojas de palmera.

   Desde el mirador, y algo más abajo se observa también una casa junto a un palmeral. Esta es la Hacienda o Casona de los Castro, los señores que dieron nombre al lugar. Todo se remonta al siglo XVI, con la isla recién incorporada al Reino de Castilla. El Adelantado Alonso Fernández de Lugo, encargado de la conquista en nombre de la reina Isabel, reparte las tierras entre los soldados que participaron en la misma, y las que nos ocupan le tocan a un tal Hernando de Castro. Éste se lo montó muy bien, pues se trataba de una zona muy rica en aguas que manaban de una fuente, y por lo tanto muy propicia para la agricultura. En primer lugar se cultivó en esta zona caña de azúcar, sustituida más tarde por la vid. Y como se puede apreciar, hoy el cultivo principal es el plátano, que visualmente es muy agradable al formar un manto verde pero que tiene el defecto de consumir cantidades muy grandes de agua, nada abundante en estas islas. Ni siquiera en la Rambla de Castro, pues ya no hay tanta como en el lejano siglo XVI. Así que las plataneras seguirán hasta que las sustituyan por otros cultivos, que espero que no sean adosados y campos de golf.

La Casona vista desde el sendero   A la Casona se desciende por otro sendero situado a la entrada del desvío de la carretera. Es algo más largo que el anterior, pero sin ninguna prisa se llega en unos 10 minutos. Antes de llegar a la casa hay un pequeño desvío por una pasarela de madera que lleva hasta la antigua fuente, que está siendo restaurada ya que con la construcción de una pista hace algunas décadas quedó sepultada. Por aquí los árboles que más se ven son palmeras canarias (Phoenix canariensis), una especie diferente de las datileras. De hecho el fruto de las palmeras canarias se utilizaba sólo para alimentar a los cerdos. También se ve algún que otro drago (ninguno tan grande como el de Icod, eso sí) y en el camino también se encuentra un laurel de indias traído de Cuba en el siglo XIX, según un panel situado a su vera. Por el camino también se pasa junto a un pequeño mirador desde donde se ve la playa de Castro y el Roque del Camello, que lleva dicho nombre porque se asemeja a un camelloEl palmeral y el roque del Camello, el fortín al fondo acostado. No es difícil observar un buen número de aves por aquí, como palomas, tórtolas, mirlos, canarios silvestres, herrerillos o alpispas (lavanderas cascadeñas). Incluso alzando la vista puede verse alguna rapaz como un cernícalo o un guincho (águila pescadora).

   Ya que nombré la playa de Castro, señalo que se puede acceder a ella continuando el camino una vez llegados a la Casona y tomando después un desvío señalizado, son unos 10 minutos más. Eso sí, no recomiendo a nadie bañarse en esta playa dada la fuerza del mar en esta zona y la total ausencia de arena, cuyo lugar ocupan unos pedruscos enormes. Es más bien un lugar para disfrutar del sonido del mar y estar en tranquilidad. Si no se toma el desvío, se llega enseguida al final del send ero situado en el fortín de San Fernando.

Fortín de San Fernando   Fue construido a finales del siglo XVIII, aunque parece ser que se finalizó en 1808 tal como indica el letrero allí situado. Se construyó para defender esta zona de los ataques de piratas, y hoy hace las veces de mirador. A la izquierda tenemos la playa de Castro, y a la derecha otra, la de La Fajana (tampoco muy recomendable para el baño). En el otro extremo de esta playa podemos observar lo que queda del elevador de aguas de Gordejuela, una obra de ingeniería construida en 1903 cuya finalidad era extraer agua de esta zona para destinarla a un molino de harina y a los cultivos de plátanos.

Vista general de la playa de Los Roques   Fuera de esta zona, también vale la pena ver la playa de Los Roques. Se  accede por El Burgado, junto al hotel Maritim, un complejo de tres horrorosos edificios que alteran notablemente el paisaje. En unos 10 minutos se llega a un mirador desde el cual se ve la playa y buena parte de la costa norte de Tenerife. A la playa se puede descender por un desvío del sendero, sin ninguna dificultad ya que tiene escalones. Los roques que le dan nombre son espectaculares y es curioso ver como crece la vegetación (cardones y tabaibas) en el mayor de ellos.

   Yo espero que la Rambla de Castro siga como está o mejor por muchos años, y que si vienes a Tenerife te des una vuelta por este lugar para que descubras algo diferente.

por Pinzón Azul

1 comentarios:

Unknown dijo...

Muchísmias gracias por acercarnos, de una manera tan poética, ese desconocido a la par que hermoso rincón de la isla de Tenerife.

Publicar un comentario

Fiestas de Julio

Fiestas del Carmen Día 16 de Julio
Santiago Apóstol Día 25 de Julio
Nuestra Señora del Carmen de La Cartaya Segunda Semana de Julio
San Benito Segunda Semana de Julio Santa Marta Las Toscas Última Semana de Julio