El Drago (dracaena draco)

Hay árboles que llaman la atención por su tamaño, otros por su forma, otros por su longevidad. El drago de Canarias (dracaena draco), asombra al hombre por todo eso y mucho más. Desde hace miles de años, el mítico arbor draconis ha estado envuelto en una aureola de misterio que le acompaña hasta nuestros días. Dice la leyenda, que los dragones, al morir se convertían en dragos. Este fósil viviente, es con todo merecimiento, uno de los símbolos de las Islas Canarias y quizá, el mayor tesoro de la flora española.

Viendo la curiosísima forma del drago, no es de extrañar que fuese considerado por los antiguos habitantes de las Canarias, como un árbol divino. Hasta hace poco, se consideraba al dracaena draco, endémico de Madeira, Canarias y Cabo Verde, sin embargo, se han encontrado poblaciones salvajes en Marruecos, aunque con ligeras diferencias respecto a la forma típica, por lo que se ha denominado Dracaena draco subesp. ajgal. 

Sin duda, una de las razones por las que se ha elevado el drago a la categoría de mítico, es su linfa roja, conocida como sangre de drago. Apreciada desde la antigua Roma, donde la empleaban como colorante y panacea para todos los males. El interés por la sangre del drago se extendió a lo largo de los siglos y de todo el continente europeo. Al final, los usos eran tan variopintos, que incluso se barnizaba con esta savia los metales para protegerlos de la herrumbre. Afortunadamente, los humanos hemos descubierto otros productos muy efectivos para eliminar el óxido y en la actualidad los escasísimos dragos en estado salvaje están protegidos del vampirismo humano.
DRAGOS DE LOS REALEJOS

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